Anna Freud hija de Sigmund Freud no era primordialmente una teórica, sus intereses eran más prácticos y mucho de su esfuerzo fue dirigido hacia el psicoanálisis de niños y adolescentes, logrando perfeccionar la técnica.
Ella se cuestionaba: ¿Qué podemos hacer con un niño que sufre en el presente las crisis y traumas, que en su caso no son meras recolecciones del pasado?
Tratando de responderse ese tipo de cuestionamiento indagó en las funciones del yo durante el desarrollo de la personalidad, y en los mecanismos de defensa que se ponen en marcha para ajustar las pulsiones del ello a las demandas del superyó, estos mecanismos de defensa actúan inconscientemente, y son utilizados tanto por los sujetos normales como los neuróticos, pero en estos últimos con un carácter más patológico. Los clasificó de la siguiente manera:
Represión: Se saca de la consciencia una situación que resulta inaceptable para la persona.
Negación: Frente a una representación molesta se reacciona negando su realidad perceptiva.
Regresión: Regreso de la conducta a un modo antiguo de buscar la satisfacción.
Conversión: Se transforma una vivencia emocional reprimida en un síntoma somático. Histeria de conversión.
Sublimación: Desvía una finalidad inaceptable y la encamina hacia otra nueva que acostumbra a tener valores ideales. No es patológica, se da en la vida normal.
Desplazamiento: La emoción o el sentimiento pasa de una representación a otra. Mecanismo típico de los sueños . El psicoanálisis la utiliza para explicar cómo se instalan las fobias.
Racionalización: Se buscan razones que justifiquen los deseos sin contradecir la aceptación ética y social.
Proyección: Situar en otras personas sentimientos y deseos que la censura moral rechaza para uno mismo.
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